Hoy ya por fin me decidí. Motivado por “Cabo Disney”, quiero expresar en Román Paladino, la progresiva y preocupante degradación de este rincón tan peculiar e inesperado por insólito y encantado
llamado “Isleta del Moro”.
Soy asiduo pascuero, navideño y veraneante desde más de un lustro de
este paraje que ha significado el lugar privilegiado de mis
descansos. Empecé a disfrutar de ella cuando su plaza era todavía una
polvorienta pero acogedora ágora de destinos. Conocí a Juan y a la
Ignacia, a Josefa y Joaquín, al Capi… con quienes fui poco a poco
amando y apreciando la tranquilidad y solitud de sus vientos, de sus
rudos lugareños. Volvía…
Sin embargo, año tras año, compruebo que a pesar de ellos, los isleños
han ido propiciando y fomentando los desmanes y la sinrazón de quienes
piensan que Benidormear su entorno facilita y genera riqueza. ¡Cuán
equivocados están!
Durante los estíos hemos ido asumiendo progresivamente nuevas
costumbres: la invasión de los submarinistas, la ocupación vial del
paseo marítimo de la plaza del Hostal, la creciente densidad
demográfica que cuando concluya la 1ª fase del “Pasito Blanco” hará
necesario habilitar cupo horario de asistentes al “Peñón Blanco”, etc…
Qué triste me siento intuyendo que ya poco queda de aquello que yo
viví.
Yo pensaba que un lugar como este no iba a ser nunca profanado por
viviendas especuladoras, que Parque Natural era sinónimo de Nacional.
Yo que me fui huyendo del contaminado Saler valenciano, para bañarme
en las transparentes aguas de este precioso parque; ¿me veré forzado
a volver a él?
Nuestros padres nos dejaron en herencia estos maravillosos paisajes.
¿Tenemos derecho nosotros a privar a nuestros hijos de ellos? ¿Qué les
vamos a dejar a parte de cemento y hormigón?
Finalmente y parafraseando al Sr. Orejudo, le diré que a pesar de ser
socialista y sensible, Joaquín intentó durante 20 años de mantener la
Isleta fiel a sus orígenes. Sabrá también que por 52 votos no ha
podido seguir.